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SHAKESPEARE EN BERLÍN

Una reflexión sobre la responsabilidad personal, sobre la capacidad que tenemos de decidir, sobre la oportunidad, aprovechada o perdida, de mantenernos fieles a nosotros mismos y a nuestros propios valores […] Historia pública y privada, responsabilidad personal y colectiva, coherencia y renuncia, traición y venganza… De un modo bastante imprudente y sin duda inexacto, como se opina de todo en esta época que defiende la incultura y confunde la fama con el esperpento, me atrevo a decir que Shakespeare construyó toda su obra alrededor de esta realidad… de la constatación innegable de que nadie conoce a nadie. Es una realidad terriblemente hermosa, porque abre ante nuestros ojos el insondable abismo del comportamiento humano. Un espacio tenebroso de donde se extrae la materia prima del teatro. Se suele decir que el ser humano es capaz de lo más terrible y de lo más hermoso. Esta extraordinaria gama de comportamientos, que todos traemos de serie, es precisamente lo que nos hace impredecibles, lo que nos puede convertir en auténticos desconocidos si interviene el catalizador adecuado. Al fin y al cabo, como dijo Ortega: “ Yo soy yo y mis circunstancias”.

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